Forma del cuerpo aumenta riesgo de enfermedades cardíacas y de diabetes
Por el equipo editorial de LabMedica en español Actualizado el 07 Apr 2017 |
Imagen: Los investigadores dicen que aquellos que tienen una disposición genética para almacenar depósitos de grasa, principalmente en su cintura, tienen un mayor riesgo de desarrollar diabetes y enfermedad coronaria (Fotografía cortesía del Hospital General de Massachusetts).
Los investigadores han identificado un patrón de variantes genéticas asociadas con un tipo de cuerpo “en forma de manzana”, en el que el peso se deposita alrededor del abdomen, en lugar de en las caderas y los muslos, con la consecuencia de que aumenta el riesgo de diabetes tipo 2 y de enfermedad coronaria, así como de la incidencia de varios factores de riesgo cardiovascular.
“La gente varía en su distribución de grasa corporal - algunos colocan grasa en su vientre, lo que llamamos adiposidad abdominal”, dijo el líder del estudio, el Prof. Sekar Kathiresan, del Hospital General de Massachusetts (MA, EUA) y de la Facultad de Medicina de Harvard (MA, EUA), “La adiposidad abdominal ha sido correlacionada con la enfermedad cardiometabólica, pero todavía se desconoce si realmente tiene un papel en causar esas condiciones. Hemos ensayado si la predisposición genética a la adiposidad abdominal puede ser asociada con el riesgo de diabetes tipo 2 y de enfermedad coronaria y encontramos que la respuesta era un firme sí”.
Aunque varios estudios observacionales han reportado una mayor incidencia de diabetes tipo 2 y de enfermedad cardiaca entre los individuos con adiposidad abdominal, no pudieron descartar la posibilidad de que los factores del estilo de vida -como la dieta, el tabaquismo y la falta de ejercicio- fueran las causas reales del aumento del riesgo de la enfermedad. También podría haber sido posible que las personas en las primeras etapas, de la enfermedad cardíaca, podrían desarrollar adiposidad abdominal debido a una limitada capacidad de ejercicio.
El presente estudio fue diseñado para determinar si el tipo de cuerpo realmente podía aumentar el riesgo cardiometabólico. El equipo de investigación aplicó el método genético de la aleatorización mendeliana, que mide si las variantes genéticas heredadas causan realmente resultados, como el desarrollo de una enfermedad. Utilizando datos de un estudio previo que había identificado 48 variantes de genes asociadas con la relación cintura-cadera (RCC) ajustada para el índice de masa corporal (IMC), los científicos desarrollaron una puntuación de riesgo genético. A continuación, aplicaron esa puntuación a los datos de los 6 principales estudios de asociación a nivel genómico y a los datos individuales del Biobanco del Reino Unido para determinar si existe una asociación entre una predisposición genética a la adiposidad abdominal y la enfermedad cardiometabólica y sus factores de riesgo.
Los resultados indicaron claramente que la predisposición genética a la adiposidad abdominal estaba asociada con aumentos significativos en la incidencia de diabetes tipo 2 y de enfermedad coronaria, junto con aumentos en los lípidos sanguíneos, la glucosa en sangre y la presión arterial sistólica. No se encontró ninguna asociación entre la puntuación de riesgo genético y los factores de estilo de vida y los análisis confirmaron que sólo los efectos de adiposidad abdominal de las variantes genéticas identificadas se asociaron con el riesgo cardiometabólico.
“Estos resultados ilustran el poder del uso de la genética como un método para determinar los efectos de una característica como la adiposidad abdominal sobre los resultados cardiometabólicos”, dijo el autor principal Connor Emdin, DPhil, en el MGH. “La falta de asociación entre el tipo de riesgo genético y los factores de confusión como la dieta y el tabaquismo, proporciona una fuerte evidencia de que la adiposidad abdominal en sí contribuye a causar diabetes tipo 2 y enfermedades del corazón”. El Dr. Emdin continuó: “Estos resultados no sólo nos permiten utilizar la forma del cuerpo como un marcador de aumento del riesgo cardiometabólico, también sugieren que el desarrollo de medicamentos que modifiquen la distribución de la grasa puede ayudar a prevenir estas enfermedades. Las investigaciones futuras también podrían identificar aquellos genes individuales contra los cuales se podrían dirigir los tratamientos para mejorar la distribución de grasa corporal y poder reducir estos riesgos”.
El estudio, se publicó en la edición del 14 de febrero de 2017 de la revista JAMA.
“La gente varía en su distribución de grasa corporal - algunos colocan grasa en su vientre, lo que llamamos adiposidad abdominal”, dijo el líder del estudio, el Prof. Sekar Kathiresan, del Hospital General de Massachusetts (MA, EUA) y de la Facultad de Medicina de Harvard (MA, EUA), “La adiposidad abdominal ha sido correlacionada con la enfermedad cardiometabólica, pero todavía se desconoce si realmente tiene un papel en causar esas condiciones. Hemos ensayado si la predisposición genética a la adiposidad abdominal puede ser asociada con el riesgo de diabetes tipo 2 y de enfermedad coronaria y encontramos que la respuesta era un firme sí”.
Aunque varios estudios observacionales han reportado una mayor incidencia de diabetes tipo 2 y de enfermedad cardiaca entre los individuos con adiposidad abdominal, no pudieron descartar la posibilidad de que los factores del estilo de vida -como la dieta, el tabaquismo y la falta de ejercicio- fueran las causas reales del aumento del riesgo de la enfermedad. También podría haber sido posible que las personas en las primeras etapas, de la enfermedad cardíaca, podrían desarrollar adiposidad abdominal debido a una limitada capacidad de ejercicio.
El presente estudio fue diseñado para determinar si el tipo de cuerpo realmente podía aumentar el riesgo cardiometabólico. El equipo de investigación aplicó el método genético de la aleatorización mendeliana, que mide si las variantes genéticas heredadas causan realmente resultados, como el desarrollo de una enfermedad. Utilizando datos de un estudio previo que había identificado 48 variantes de genes asociadas con la relación cintura-cadera (RCC) ajustada para el índice de masa corporal (IMC), los científicos desarrollaron una puntuación de riesgo genético. A continuación, aplicaron esa puntuación a los datos de los 6 principales estudios de asociación a nivel genómico y a los datos individuales del Biobanco del Reino Unido para determinar si existe una asociación entre una predisposición genética a la adiposidad abdominal y la enfermedad cardiometabólica y sus factores de riesgo.
Los resultados indicaron claramente que la predisposición genética a la adiposidad abdominal estaba asociada con aumentos significativos en la incidencia de diabetes tipo 2 y de enfermedad coronaria, junto con aumentos en los lípidos sanguíneos, la glucosa en sangre y la presión arterial sistólica. No se encontró ninguna asociación entre la puntuación de riesgo genético y los factores de estilo de vida y los análisis confirmaron que sólo los efectos de adiposidad abdominal de las variantes genéticas identificadas se asociaron con el riesgo cardiometabólico.
“Estos resultados ilustran el poder del uso de la genética como un método para determinar los efectos de una característica como la adiposidad abdominal sobre los resultados cardiometabólicos”, dijo el autor principal Connor Emdin, DPhil, en el MGH. “La falta de asociación entre el tipo de riesgo genético y los factores de confusión como la dieta y el tabaquismo, proporciona una fuerte evidencia de que la adiposidad abdominal en sí contribuye a causar diabetes tipo 2 y enfermedades del corazón”. El Dr. Emdin continuó: “Estos resultados no sólo nos permiten utilizar la forma del cuerpo como un marcador de aumento del riesgo cardiometabólico, también sugieren que el desarrollo de medicamentos que modifiquen la distribución de la grasa puede ayudar a prevenir estas enfermedades. Las investigaciones futuras también podrían identificar aquellos genes individuales contra los cuales se podrían dirigir los tratamientos para mejorar la distribución de grasa corporal y poder reducir estos riesgos”.
El estudio, se publicó en la edición del 14 de febrero de 2017 de la revista JAMA.
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